martes, 16 de marzo de 2010

Morir de ausencia


Invasión de noticias en los periódicos, la radio, la televisión y el tiempo se detiene en la onda mediática, viajan las noticias a través de los hilos caprichosos de la información selectiva: todo llega pero poco permanece entre la vertiginosa invasión de los sucesos en el vaivén rutinario de la humanidad. De repente, irrumpe de la nada la noticia de una defunción a cuenta gotas, pasa desapercibida la muerte silente y famélica de un hombre, nadie levanta la voz, si acaso las cejas se yerguen por el puro escalofrío autómata que produce la palabra muerte; pocas respuestas y todas inconexas y absurdas. Orlando Zapata murió en la cárcel de la Habana, su estómago contraído ya no pudo ingerir el aire putrefacto de la opresión ignorada y tolerada que danza fantasmal entre las calles cubanas, viento suspendido entre la humedad caribeña y las horas soleadas de una isla sombría que vibra aún recordando tiempos de libertad y revolución gracias al ritmo flotante de su existencia sobre el mar.