sábado, 3 de enero de 2015

El alma en reparación


Me gusta caminar, aunque esta expresión no le hace justicia a la realidad... más bien vivo caminando; lo convierto en estado porque así existo, así tomo consciencia de mí misma en el espacio y en el ahora. Intentaré expresarlo mejor. Hace unos años, dos para ser exactos, me desconecté de la vida durante unos dos meses... en ese tiempo comía por obligación, me dolía pensar o hablar, no sentía, ni dormía, ni observaba, sólo caminaba. Lo poco que quedaba de mí estaba luchando por ser en acción, en movimiento entre las plantas de mis pies. Desde por la mañana hasta por la noche, sólo andaba como un ser errante en peregrinación a ninguna parte. En ese momento, me había roto. El sistema operativo no respondía, la memoria se había colapsado y todos los virus del mundo estaban haciendo estragos dentro de mí. Mi alma estaba en coma.


Puedo rememorar con precisión el momento en el que los pasos, como desfibriladores, resucitaron mi conciencia. Veo claramente el suelo, el robótico avanzar y verde, mucho verde. Era el follaje dominante, porque la ruta, prácticamente la misma, me llevaba hasta una colonia de Guadalajara con más árboles que casas. En realidad, la peregrinación no era a ninguna parte, sino la vuelta al nodo, al génesis de María. Ese núcleo de fuego, agua y verde que me conforma. Mi alma estaba en reparación. 

Ahora, al caminar, durante ese momento tan mío en el que no existe ninguna medida humana que pueda enjuiciarme o enjaularme, me gusta observar en busca de otras almas en reparación. Siento una empatía desmedida cuando las detecto; hasta las sigo disimuladamente, registrando sus gestos como míos, intentando construir un puente entre su historia y la mía, entre el dolor, porque ése siempre es el mismo, y la vida. A veces, hay almas en reparación permanente, como esos edificios que siempre lucen apuntalados, porque el dolor es peligroso, posee una esencia seductora tan sutil y voluptuosa que puedes volverte adicto a él y no a la vida. Otras, las más, estas almas vuelven a llenarse, a impregnarse de su esencia primigenia y, entonces, sonrío de emoción al recordar mi fénix-colibrí, posando sus alas majestuosas, gráciles, poderosas y livianas para despojar mi fachada del cartel de "Obra en proceso: precaución" y colocar, en su lugar, una insignia con letras grandes, brillantes y redondas que reza: "Bienvenidos".

La vida es un mar de caminantes: unos son simples seres humanos, otros únicos individuos, pero los "reparados" son, sin excepción, personas; pues han transitado, han sufrido un proceso, una reforma, un encuentro, el suyo, que los ha ligado a su autodefinición y a su autodependencia para, entonces, darle la bienvenida al otro. 

3 comentarios:

  1. Genial como todo lo q escribes, y como eres...te quiero amiga

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  2. Ay, María, cuánto tiempo sin entrar por aquí y de repente te encuentro en google por casualidad y te reconozco enseguida. No sé qué ocurrió hace 2 años pero lo que fuera te hizo más fuerte. Cómo estás? Qué hay de tu vida? Te mando un fuerte abrazo.

    José Luis González

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  3. Los reparados andamos con los pies descalzos pero con zapatos nuevos, miramos al espejo sonriendo, ese que tantas malas caras nos hizo,gracias a ese caminar por nuestra obscuridad pero con bastantes luces, un camino lineal sin final confuso y a veces dificil, tan nuestro tan necesario.

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