jueves, 18 de febrero de 2010

Tembló el olvido


Tembló el olvido, cayó el silencio, siguieron las máscaras y las miradas indiferentes saturadas por tanto abandono en el mundo. Haití llegó a mi vida con palabras de poeta, corazón de amante aventurero y mirada infinita de trotamundo incansable. Antes no era más que una isla caribeña sumada a mi lista de países en vías de desarrollo, que más que "en vías", podríamos llamar sin tanta pulcra ambigüedad "en espera de desarrollo", pues todos estos países viven inmersos en una espiral vertiginosa e hipnótica persiguiendo al susodicho desarrollo. Entre los pasillos de la facultad, comenzó esta historia de ternura infinita y descubrimiento otoñal, un libro de poemas llegó a mis manos con un título suplicante: Non assistance à poètes en danger y la aventura de una traducción compartida, soñada y amada entre nosotros, el rescate había comenzado. Pronto, la obra nos llevó a Jacmel con sus ritmos, olores y su esperanza siempre atenta a la vuelta de opresiones, abandonos y abusos; sentimos el corazon libertario de Toussaint-Louverture, admiramos como a viejos compañeros de esperanza a Césaire y Neruda y compadecimos con estremecimiento la barbarie absurda e insegura de "Papa Doc", pero, sobre todo, conocí el olvido y el abandono de una isla caribeña que dejó de integrar una lista para pasar a mi corazón de turista con pasaporte de oyente y traductora de un haitiano obligado a añorar y sufrir su tierra como ciudadano del mundo: René Depestre.

sábado, 13 de febrero de 2010

Haciendo la digestión


A sólo un día del polémico San Valentín, con calles invadidas por corazones, flores, tarjetas, ositos de todos los tamaños, formas y colores y demás artículos icónicos de la edulcorada celebración, recuerdo la historia de una reciente amiga y de muchas otras personas que han querido compartir las distintas etapas del amor con esta cazadora de historias. El amor puede ser muchas cosas y presentarse de muchas formas diferentes: a unos los hace perder la cabeza y otras partes del cuerpo, rompiendo o creando lazos íntimos con cierta persona elegida; otros sienten renacer olores, colores e incluso reacciones olvidadas impulsadas por el cosquilleo pícaro y caprichoso de las alas de cupido; muchos, la mayoría, se ven arrastrados sin razón por todas las consecuencias de sentirse y verse enamorado sin ser correspondido; pasando a vivir una tortura de dimensiones desconcertantes cuando se acerca la festividad que les recuerda su proceso de indigestión sentimental.