sábado, 5 de noviembre de 2011

Alquimia leudante

Hasta donde me alcanza la memoria, puedo contemplar la cocina en todos mis momentos. Manos, olores, sabores, abrazos, risas y confidencias. Recuerdo cuando era pequeña y soñaba con prepararles un postre delicioso a mis padres para que cuando se levantaran de la siesta, encontraran un dulce abrazo que acompañara su café. Evidentemente, esto nunca pasaba, y la pobre de mi madre se acababa encontrando con el suelo sucio, las paredes manchadas y un montón de cacerolas por ahí. La pobre sólo me miraba con cara de voy a buscar un candado para las alacenas.

jueves, 14 de julio de 2011

En voz alta

Hay cosas que se dicen con el alma, expresiones que se mecen entre pestañas, momentos que se narran en los huesos, recuerdos que se escriben en la piel, verdades que se leen entre líneas pero no hay gravidez mayor que las palabras dichas en voz alta. Una vez que nuestras palabras salen, no pueden volver a entrar, pueden detener el tiempo, pueden cambiarnos la vida, pero nunca hay vuelta atrás. Padecen el destierro de nuestra alma para engancharse en el seno de otro y vivir de la memoria.

martes, 12 de julio de 2011

Regalos de sol

El sol nos regala la vida, las risas, las tardes de playa y nos calienta el alma en las sombras de la soledad. Giramos alrededor de él, orienta nuestras estaciones, nuestras comidas e, incluso, decide nuestro estado de ánimo. Quién no ha sentido toda la bondad y el calor del universo durante esas tardes en las que la primavera comienza a labrar su camino florido y los tímidos rayos de sol se cuelan entre las calles, acariciando nuestras mejillas, abrazando nuestra espalda y susurrando promesas de tardes más ociosas.

martes, 14 de junio de 2011

Caminando encontré

Cuando uno camina, además de un ejercicio excelente, puede encontrarse con múltiples pensamientos, verdades como un templo, descubrimientos y esas historias únicas que brillan como diamantes a la luz del sol, se te meten por los ojos, se impregnan en tu ropa y se aferran a tu corazón. Una tarde, caminando por la vibrante Chapultepec, encontré esta joya.




Isabel era una de esas mujeres que había sido criada para estar siempre a la sombra de alguien, al principio, fueron sus hermanos, cuatro varones, ella, la más pequeña, siempre vio la vida a través de todo lo que ellos hacían; la educación, las inquietudes, los logros y las victorias, la genialidad del sexo masculino, frente a la sumisión del femenino. Sus padres sólo la educaron para complacer a un marido y con el tiempo, eso fue lo que ocurrió.



sábado, 26 de febrero de 2011

Mudanza



Hermosa composición de letras la de mudanza, conglomerado de movimiento, metamorfosis y mutación del hogar en tres sílabas. Extraños acontecimientos en el proceso, en el camino y en la llegada estrepitosa, incesante y calamitosa de cajas, bolsas, cajones, muebles... todo lo que sirva para transportar nuestra acumulación material.
Abrimos la puerta por primera vez, encajan las llaves, se estremece el alma al pensar en la vida que espera dormida detrás del umbral. Cruzamos y observamos el espacio desnudo que está a punto de ser invadido, transformado en un reflejo de nuestro sentido de la estética, de nuestros espacios favoritos y depósito del polvo de nuestro cuerpo en movimiento. Comenzamos el vals de la mudanza, un, dos, tres, caja para arriba; un, dos, tres, caja para abajo; un, dos, tres, ropas que se multiplican y corren, furtivas, entre las valijas.

lunes, 3 de enero de 2011

Historia de una ilusión perdida


La mañana iba despuntando sobre las hojas doradas y el murmullo del río. En la lejanía, se perdía la mirada de una despedida, mientras que el silencio abandonaba el sueño de la noche y los primeros suspiros aparecían tras la llamada del gallo. Todo parecía igual que ayer, y, sin embargo, completamente del revés, como si el tiempo prosiguiera, aun cuando ese sector del mundo andaba varado y sin sentido.


Ana miraba el horizonte, sólo era una minúscula figura perdida entre los surcos de la tierra, pero simbolizaba el núcleo de la tristeza que atenazaba aquella mañana de septiembre. Con la mano extendida contemplaba fijamente una vieja fotografía, como si, aferrándose a ella, consiguiera atarlo a la vida, tal y como se encontraba asido a su alma. Ella se había quedado aquí, como un cachorro desorientado e indefenso, abandonado en la carretera y, aunque su corazón seguía latiendo, el ritmo de su vida se había acabado con aquel último suspiro. Todos los rincones del Gallarín parecían desprovistos de encanto y lo que con tanta satisfacción observaban juntos al caer la tarde, sentados en el banco de la entrada, no la hacía sino parecer más lejana.