viernes, 11 de junio de 2010

Vivir en indicativo

Hace unos días, hablando, teorizando y filosofeando con un amigo de esas cosas que tiene la vida de quien comienza a vivirla digamos "profesionalmente" y "seriamente", me hizo una de esas simples reflexiones convertidas en firme propósito para los próximos retos que se le presentaran: "He decidido abandonar los subjuntivos, a partir de ahora voy a vivir en indicativo". Entre risas de colegas lingüistas, me pareció una de esas afirmaciones cargadas de lógica aplastante, tan sutil y ligera como las pompas de jabón, tan bella y evocadora como la luna llena.
Pasamos nuestra vida conectados al modo subjuntivo, partiendo de la propia raíz del calificativo que indica una óptica personal, un sentimiento interno del verbo que empleamos, propio del egoísmo humano. Vivimos en permanente suspenso, en permanente espera de nuestros deseos, de nuestras aspiraciones, repletos de incertidumbre y de temor hipotético ante el escurridizo futuro en el reino de la subjetividad. La virtualidad del modo se torna realidad en el siglo XXI: relaciones virtuales, enlaces virtuales, charlas virtuales, compras virtuales, publicaciones virtuales -ya hasta el placer olfativo de las páginas nos está comenzando a abandonar- y lo que resume toda la subjetividad del nuevo milenio: vidas virtuales. Entre todo esto, la simpleza de nuestras palabras, la rica elección en su variedad léxica, gramatical con las decisiones estilísticas del hablante, nos decantamos por abandonar el modo indicativo, el modo de la realidad. Asustados ante la aplastante mirada del presente, preferimos el ensoñador mundo de lo subjetivo, donde todas las cosas aún pueden ser posibles.
La certeza del hoy, la realidad de nuestros destinos requiere de una gran fuerza de voluntad, de un apego forzado a la gravedad de nuestro planeta, de un absurdo afán de cambio, pero, sobre todo, de un gran amor por la tozuda contracorriente. En el modo indicativo, sin duda, todo es más simple pero también más duro, áspero y frontal. Muchas veces en la propia naturaleza enrevesada del ser humano, la simpleza suele ser la última opción... Hoy yo también decido vivir en indicativo, tomar el toro por los cuernos, aceptar el indicativo de mi vida, domarlo, amarlo, prepararlo, desearlo y guiarlo hacia mi soñada subjetividad.

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