miércoles, 22 de septiembre de 2010

Esas simples cosas, esos viejos sitios





Lluvia en la ciudad, canciones en la mente y unas letras de César Isella que martillean mi corazón:

 










Uno se despide insensiblemente


de pequeñas cosas, lo mismo que un árbol en tiempos de otoño muere
por sus hojas.

Al fin la tristeza es la muerte lenta

de las simples cosas, esas cosas
simples que quedan doliendo en el corazón.

Uno vuelve siempre a los viejos sitios
en que amó la vida y entonces comprende
cómo están de ausentes las cosas queridas.

Entonces me pregunto dónde habitan los recuerdos, en qué rincón de nosotros viven las pequeñas cosas, de qué se alimenta la ausencia, el rotundo echar de menos... En cualquier momento nos vemos asaltados por pequeñas cosas que fueron la esencia de un momento único, por ejemplo, el sonido de una ola me lleva a evocar el sabor del bocadillo de tortilla mezclado con el salitre de mi boca y la pesadez del mar en mi cuerpo durante un día cualquiera de mi verano infantil. La luz proyectada en la ventana me hace pensar en las mañanas de domingo, cuando el tiempo no importa y puedes oler las sábanas sin desear la llegada de ningún otro momento. El cobijo del paraguas, me hace recordar el abrazo de mi madre entre confidencias y primeras compras y los inicios y finales del día pintados en el cielo del mundo, siempre son para ti.

Diez años de recuerdos y de ausencia, de simples cosas que dejaste en mi corazón y de viejos sitios llenos de ti. El olor de la hierba mojada, el dorado del campo sembrado de trigo y tu mirada paciente y sabia. Cómo es curioso el acto del recuerdo, después de todo este tiempo hay cosas que he comenzado a olvidar, detalles de tu fisonomía, los tonos en tu voz... Por más que lo intento no puedo recordar cosas insignificantes que me llenan de tristeza por lo caprichoso del recuerdo. A pesar de todo, sigo teniendo la impresión de que al visitar mi tierra, al recorrer el campo voy a encontrarte, esperandome sentado en ese mismo banco al caer la tarde. A pesar de todo, sigue ese vacío dentro de mí, continúa la ausencia de esas pequeñas cosas, de esos viejos sitios... ese peso del alma.



1 comentario:

  1. Ese peso de alguien que hace tiempo terminó un viaje sin haber podido siquiera decidirlo.
    María, mira una foto suya y enseguida lo recordarás. Por suerte nosotros disponemos de esa tecnología, ellos no. ¿TE imaginas lo que debía ser antes de la invención de la cámara? Pierdes a un familiar y sólo te quedaba de él su recuerdo, que como bien dices acaba por deteriorarse, se metamorfosea, se vuelve borroso y olvidas detalles que poco tiempo atrás los recordabas con tanta intensidad que ahora te parece una mala jugada de tu propio cerebro que por alguna razón paraliza las conexiones neuronales que te permitían ver a esa persona, oírla, sentirla, olerla... El tiempo siempre se lo acaba llevando todo, desgraciadamente.

    Un beso
    José

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