jueves, 14 de julio de 2011

En voz alta

Hay cosas que se dicen con el alma, expresiones que se mecen entre pestañas, momentos que se narran en los huesos, recuerdos que se escriben en la piel, verdades que se leen entre líneas pero no hay gravidez mayor que las palabras dichas en voz alta. Una vez que nuestras palabras salen, no pueden volver a entrar, pueden detener el tiempo, pueden cambiarnos la vida, pero nunca hay vuelta atrás. Padecen el destierro de nuestra alma para engancharse en el seno de otro y vivir de la memoria.


Hablar nos distingue, nos determina, nos hace existir, importar, transcender, influir... Hablar nos hace ser, pero también, nos expone, nos perjudica, nos daña, nos duele y nos marca. Existen infinidad de verbos, adverbios, adjetivos, construcciones... que describen cómo se habla, aunque ninguna es tan cruda, real y magnífica como: "en voz alta". Este conjunto determina una actitud ante la vida, un carisma especial y el carácter pétreo de la defensa, el orgullo y la postura de ser quien eres ante el mundo. Para hablar en voz alta hay que tener bien claro lo que se quiere decir, se debe haber contemplado el espacio, elegido las palabras, rumiado la necesidad de expresar lo callado, lo oculto, lo negado; hablar en voz alta es admitir lo que eres, lo que quieres, lo que sientes y lo que necesitas de verdad.


Creo que más de uno y más de dos habrá experimentado la práctica de hablar en voz alta, sin gritar, sino más bien impulsado por la presión de nuestros alaridos internos, por el amargo sabor de lo digerido de más, por las ganas de vivir sin cargas, sin miedos, sin tapujos... y habrá disfrutado también de la liberación posterior, de la ingravidez del momento, del hermoso despertar, del reconocimiento propio en el espacio ajeno, de la simpleza de la vida, del silencio mental.

Habla en voz alta, vive con firmeza y lee, sobre todo, los párrafos de tu espíritu.

Me despido con estos versos llenos de sensibilidad que, con toda la dulzura de Rosana, sin duda, hablan en voz alta:




Hay cosas que te escribo en cartas para no decirlas.


Hay cosas que escribo en canciones para repetirlas.


Hay cosas que están en mi alma y quedarán contigo cuando me haya ido,


en todas acabo diciendo cuánto te he querido.




Hay cosas que escribo en la cama.


Hay cosas que escribo en el aire.


Hay cosas que siento tan mías, que no son de nadie.


Hay cosas que escribo contigo.




Hay cosas que sin ti no valen.

Hay cosas y cosas que acaban llegando tan tarde.


Hay cosas que se lleva el tiempo sabe Dios a donde.

Hay cosas que siguen ancladas cuando el tiempo corre.


Hay cosas que están en mi alma y quedarán comigo cuando me haya ido,


en todas acabo sabiendo cuánto me has querido.




(...)


Hay cartas urgentes que llegan cuando ya no hay nadie.

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