martes, 12 de julio de 2011

Regalos de sol

El sol nos regala la vida, las risas, las tardes de playa y nos calienta el alma en las sombras de la soledad. Giramos alrededor de él, orienta nuestras estaciones, nuestras comidas e, incluso, decide nuestro estado de ánimo. Quién no ha sentido toda la bondad y el calor del universo durante esas tardes en las que la primavera comienza a labrar su camino florido y los tímidos rayos de sol se cuelan entre las calles, acariciando nuestras mejillas, abrazando nuestra espalda y susurrando promesas de tardes más ociosas.


En esos momentos de sencillez solar he experimentado siempre un regocijo y una tranquilidad única y reconfortante; el mundo ha abandonado su rotación, la gravedad de la rutina ha huído como si de un vampiro furtivo se tratase y mi corazón ha revitalizado sus pasos con un ritmo más puro y constante. No obstante, estos meses he descubierto que también existen estrellas ardientes en este planeta, viviendo entre nosotros. Astros terrenales de carne y hueso que transforman tu vida con sus palabras auténticas y desinhibidas, palabras que no temen decir lo que se debe decir, que no tienen reparos en expresar lo primero que ha pasado por la mente, en iluminar tus días con verdades positivas y oraciones reconstructivas, abrazos de sol en conversaciones casuales.


Hace unos meses, tuve la suerte de conocer a uno de estos raros humanos, sus conversaciones pueden transportarte, elevarte y sanarte. Entresijos de otros tiempos se cuelan en los verbos de estas personas, cariño a raudales son sus adjetivos e inyecciones de vitalidad, sus sustantivos. Miguel Nishikawa apareció entre las mareas de una cruzada cultural, orientando los coletazos de un proyecto ignorado que estaba siendo rescatado para traer vientos nipones a nuestra ciudad de Guadalajara. Entre las líneas del calendario y las mareas cibernéticas le robamos el tiempo a la agenda laboral y resultó finalmente una amistad revitalizante, como esas tardes templadas de marzo; un verdadero regalo de sol.

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