miércoles, 21 de octubre de 2009

Dulce hipocresía


Hay cientos de formas de celebrar los cumpleaños según las culturas e incluso según las costumbres de cada familia o de cada individuo, pero, ahora también hay una forma de celebrar los cumpleaños según las empresas. Esta nueva fiesta tiene un sabor agridulce, pues más allá de la sana intención de celebrar el nacimiento del empleado y del reconocimiento que tiene que se tomen el tiempo de recordar la fecha en la que se nace, hay una obligación al respecto entre el que cumple y los que asisten al cumplimiento de los años y del deber. En todas las empresas, existe una hoja mística en la que desfilan los cumpleaños de los empleados y de los jefes, haciendo guiños del día en que te toca celebrar con los que nunca, si pudieras, ni siquiera cruzarías palabra y mucho menos, si te dieran el poder de la elección, celebrarías el día en que felizmente llegaste a este mundo frío e indiferente con la inocencia del primer llanto.
 Además de esta lista, existe el típico vocero que proclama por los pasillos y las oficinas la buena nueva de la ingesta de calorías a expensas de las felicitaciones enmascaradas y los ojos que furtivamente se clavan en el reloj para poder escapar de tan lamentable espectáculo. Luego, llega el momento en el que, tras la sorpresa fingida del cumpleaños número cinco en las instalaciones y por tanto la sorpresa número cinco, partes el mismo pay de fresa que ya aborreciste por su sabor rancio a puñaladas de merengue. No falta el compañero que se deja llevar por sus instintos más básicos y púberes y por quinta vez en cinco años intenta plasmar tu cara en el lienzo dulce y rosado, con la consecuente mirada de alucine de los nuevos asistentes. Todos estos actos, por supuesto deben documentarse por el compañero o compañera asignado para realizar la crónica de los eventos culturales del día y plasmar en su página oficial de actualidad y sociedad, el maravilloso cumpleaños del compañero X.


Un día agotador sin duda ese de nuestro cumpleaños, no sólo debemos asumir la presión del año sumado a nuestras patas de gallo, sino que también nos regalan el ser conscientes de que una vez más las empresas se adueñan de nuestras horas e incluso de las velas que soplamos en esa obra hipócrita que es el cumpleaños en la oficina. Ni siquiera un personaje de la farándula lo hubiera hecho mejor, con la sonrisa fingida, regresas a la oficina, te sientas en tu escritorio con la acidez dando vueltas en tu digestión y piensas:


-Yo sólo quería un día libre, el año que viene lo cambio por el pastel.

2 comentarios:

  1. Qué triste verdad... Preferible pasar desapercibido...

    Qué lindo escribes María.

    Ana Soltero.

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  2. La verdad es que sí, pero nuestra Gaby se nos rebeló y consiguió salir del círculo vicioso, también gracias por el cumplido y espero que te pases por el blog y a ver si algún día te animas a publicar algo, el espacio es de todos.

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